Adicción al tabaco

La adicción al tabaco es una de las más extendidas en el mundo, junto a la adicción al alcohol. Hasta hace pocos años tenía una connotación social positiva, pero actualmente esta situación ha cambiando gracias a los esfuerzos de los encargados de salud pública.

No vamos a hablar de los problemas sanitarios que el tabaco puede producir, que son numerosos y conocidos. Nos interesa más bien su potencial adictivo, es decir, la pérdida de libertad y control sobre el consumo que puede producir la nicotina fumada.

Como casi siempre ocurre en las adicciones a sustancias, la molécula responsable (en esta caso la nicotina) tiene un notable parecido con un neurotransmisor, lo cual engaña al cerebro. En este caso la nicotina produce efectos similares a la acetilcolina, y de esta similitud provienen prácticamente todas sus acciones sobre el cerebro.

La intensa adicción que produce el tabaco fumado se debe en parte a que la vía inhalada es muy rápida, por lo que la adicción se potencia. Otras formas de consumo de esta sustancia (como el tabaco mascado o el rapé) son  menos adictivas, ya que por estas vías la nicotina tarda más tiempo en alcanzar el cerebro.

Si el tabaco es tan adictivo y perjudicial ¿por qué se ha usado tan masivamente?. La respuesta puede estar en su bajo efecto para producir hipodopaminergia. Esto significa que el consumo de tabaco no suele afectar en exceso al resto de motivaciones. Esto no ocurre así con otras sustancias adictivas: los adictos a cocaína o a cannabis suelen presentar un”síndrome amotivacional”, disminuyendo el deseo de otras actividades. El tabaco no lo presenta de una forma tan acusada, debido a las características farmacológicas de la nicotina. Esto lo hace compatible con una vida sociolaboral activa, por eso ha sido permitido tanto tiempo. No obstante, como ya hemos dicho, sigue siendo muy adictivo y produce una merma en la libertad de decisión de las personas que, junto a los problemas médicos que genera, ha desencadenado los últimos cambios en políticas sanitarias.

¿Cómo dejar de fumar?

En principio las bases del tratamiento son las mismas que el tratamiento de otras adicciones. En primer lugar es necesario conocer a qué nos estamos enfrentando (psicoeducación). Inicialmente conviene un abordaje motivacional para estabilizar la decisión de cambio. Después las técnicas de prevención de recaídas ayudan sin duda, ofreciendo al adicto las herramientas para mantener la decisión de cambio de su conducta.

Por desgracia, el tratamiento de la adicción al tabaco está con frecuencia en manos de personas que poco conocen de las adicciones. Las adicciones son una patología del sistema motivacional y deben ser tratadas de acuerdo a esto. No deberían tener lugar en el tratamiento de la adicción al tabaco los “curanderismos” o las téncias no científicas, que finalmente basan sólo su efectividad en el efecto placebo. En mi opinión no dejan de ser un engaño para el adicto, un engaño que por otra parte suele ser caro.

En cuanto a los fármacos que ayudan en este proceso, hay algunos antidepresivos que han demostrado su eficacia, especialmente los que actúan, como no, sobre el sistema dopaminérgico. El más conocido es el bupropion. Hay otros fármacos agonistas nicotínicos que también tienen esta indicación. No obstante conviene informarse con un médico previamente, ya que no todas las personas pueden usar este tipo de fármacos sin riesgo. Las terapias sustitutivas con chicles o parches de nicotina también son eficaces, pero una gran parte de su éxito depende de que sean indicadas por un profesional y tengan un seguimiento adecuado. No sirve con ponerse un parche al día, a cualquier hora del día o tomar chicles de una forma más o menos habitual. En cuanto al cigarrillo electrónico, aunque es un sustitutivo sencillo y es fácil adaptarse a él, puede ser tan difícil de abandonar  como el tabaco y todavía no se han evaluado sus posibles riesgos a medio plazo.


Última revisión: 22/10/2016  Autor: Dr. Diego Urgelés  Licencia CC