Heroína, morfina y otros opiáceos

Los opiáceos son un grupo de sustancias muy adictivas entre las que se encuentran la heroína, la morfina y un amplio grupo de fármacos similares. Su uso recreativo estuvo muy extendido en la década de los 80 y los 90, pero actualmente ha disminuido su consumo, debido al mayor conocimiento sobre sus graves efectos secundarios.  El consumo de heroína puede hacerse por distintas vías: fumada, esnifada o intravenosa. Todas ellas son igual de perjudiciales y peligrosas. La vía intravenosa además añade el riesgo de contagio de infecciones si se comparten jeringuillas o agujas. Quizá el consumo más habitual en nuestro medio sea en forma de mezcla heroína-cocaína. Suele recibir el nombre de speedball, aunque en ocasiones se vende como cocaína pura,  droga ya mezclada con heroína. No debe confundirse con speed, que es anfetamina y/o metanfetamina en polvo.

Los efectos de todas estas sustancias se producen porque tienen una estructura molecular similar a los opioides, un tipo de neurotransmisores del cerebro. De esta forma “engañan” a las neuronas haciéndose pasar por opioides y desestabilizan el funcionamiento de varios sistemas cerebrales.

Efectos de los opiáceos

Por una parte tienen importantes efectos sobre el aparato cardiovascular y la respiración. Una dosis inadecuada o una dosis correcta pero en una persona sensible puede producir una parada cardiorrespiratoria y la muerte. Esto hace a estas sustancias muy peligrosas, ya que el consumidor no tiene la posibilidad de conocer la pureza de la sustancia y por lo tanto puede equivocarse muy fácilmente al dosificarla, con los graves riesgos que esto conlleva.

Son sustancias que producen rápidamente el llamado “mono”, o hablando con propiedad, los síntomas físicos de retirada. Se trata de un síndrome caracterizado principalmente por dolor muscular, inquietud, nerviosismo y palpitaciones. Aparece cuando una persona acostumbrada a usar estas sustancias deja de consumirlas de repente. No obstante es importante recalcar que el “mono” no es el responsable de la adicción, sino un problema añadido a la hora de intentar abandonar el consumo.

Los efectos del consumo de heroína sobre el cerebro son principalmente intensa euforia, ansiolisis (disminución del nerviosismo) y somnolencia. Junto a todo esta la heroína presenta un gran potencial adictivo y una alteración profunda de la motivación que hace que el consumidor centre su vida en el consumo de esta sustancia, olvidando las actividades, personas y hábitos que hasta ese momento eran importantes para él. Esto lleva  finalmente a una destrucción del plan vital del paciente y a un gran sufrimiento personal, que en un importante número de ocasiones puede terminar en el suicidio.

Tratamiento de la adicción a opiáceos

El tratamiento de la adicción a la heroína suele realizarse siempre por un equipo multidisciplinar en el que nunca debe faltar un médico, debido a la importancia del tratamiento farmacológico en determinadas fases del problema, así como a las numerosas complicaciones “orgánicas” que suelen aparecer.

Hay varios grados de intervención, dependiendo del grado de motivación del paciente. En un primer nivel, las intervenciones de minimización del daño deben ser siempre llevadas a cabo, normalmente en forma de programas de salud pública y de intervención desde agencias especializadas en la lucha contra la adicción. Pero desde un punto de vista más individual, y ateniéndonos no tanto a la intervención social, sino al tratamiento de la adicción a la heroína, se deben considerar, como en todos los trastornos adictivos dos grandes grupos de terapias:

Terapias farmacológicas

El tratamiento específico para la adicción a opiáceos y heroína que más eficacia tiene sin duda alguna es la metadona. Hay muchas ideas falsas acerca de esta medicación, que han llevado por desgracia a una demonización de este medicamento. Muchos de estos errores provienen del nombre equívoco que se le da a esta terapia: “Terapia sustitutiva con metadona”. Este nombre parece significar que se “cambia” la heroína por metadona… como si la metadona fuera una “variante legal” de la heroína… como si fuera un forma oculta de “legalizar” el consumo. Pero esto no es para nada cierto. La metadona no causa placer en un adicto a heroína ni le deja “colocado”. Al contrario, una persona en tratamiento con metadona puede por fin ser capaz de mantener una vida adaptada socialmente, incluyendo en esto un trabajo o el responsabilizarse de una familia. pero entonces ¿Qué hace la metadona?. En realidad la metadona reequilibra circuitos cerebrales que han cambiado permanentemente por culpa de la heroína. La presencia de la metadona hace que muchos de estos circuitos puedan funcionar “como si nunca huberan entrado en contacto con la heroína”. De tal forma que el cerebro de una persona que está en tratamiento con metadona funciona de una forma muy parecida a la que tenía antes de consumir heroína. El problema es que esta “readaptación” es temporal mientras se toma la medicación, por lo que esto hace que deba usarse crónicamente en algunos casos. ¿Qué diferencia hay entonces con tomar heroína?. Muy sencillo: una persona que consuma heroína no puede llevar una vida adaptada, no presenta apetencia por sus motivaciones vitales (amigos, familia, pareja trabajo) que es en definitiva la verdadera naturaleza de la adicción como problema de la motivación. En cambio cuando se encuentra en tratamiento con metadona nada de eso existe. El mayor problema hoy en día de la metadona es sin duda su mala prensa y el desconocimiento popular sobre su forma de actuar.

Además de la metadona hay muchos otros fármacos que se usan para evitar los síntomas de abstiencia en los primeros días del tratamiento y para disminuir las complicaciones que pueden aparecer durante el consumo (como depresión o ansiedad). Son en general tratamientos sintomáticos que el psiquiatra deberá valorar.

Tratamiento psicoterapéutico y residencial

El tratamiento de la adicción a opiáceos es complejo y debe ser realizado por un equipo especializado. Requiere en muchas ocasiones de recursos residenciales temporales y siempre suele ser necesario el seguimiento estrecho una vez que el paciente regresa a su residencia habitual. Dentro del tratamiento tienen su papel la psicoeducación sobre adicción, las estrategias de prevención de recaídas, el manejo del estrés… como en todas las adicciónes. La intervención grupal suele ser el método preferido, por encima de la psicoterapia individual, aunque debe usarse esta última para personalizar el tratamiento. En este ámbito se han desechado desde hace tiempo las terapias puramente conductuales por la falta de efectividad. No obstante otras orientaciones, especialmente las motivacionales con elementos cognitivos, están obteniendo buenos resultados.


Última revisión: 22/10/2016  Autor: Dr. Diego Urgelés  Licencia CC